domingo, 18 de agosto de 2013

Servicio de reclamaciones


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Una de citas...

Tras haber hablado con alguno de vosotros que ya habéis ojeado este nuevo magacín, me da un poco de miedo haber creado una falsa expectativa. Creo que a muchos os ha gustado el tono irónico u humorístico de las primeras entradas, pero no pretenden ser línea del blog. Supongo que es mi manera de expresarme, pues, como se explica en la teoría de la lógica, la mejor manera de evidenciar una fallacia es por reductio ad adsurdum.

Pero como ya avisé en la primera entrada hablaré un poco de todo y en algunos temas me saldrá menos el tono irónico y puede que no agraden mucho a quien no comparta la opinión.

Hoy corro el riesgo de que esto me ocurra, pero intentaré explicarme bien para que se entienda que esto no es una crítica a nadie, más bien al contrario, intento aclarar un par de conceptos que en mi opinión están erróneamente mezclados y por ello confundimos.

Estaba ayer con un compañero tomando unas cañas cuando vimos en la tele las últimas noticias en torno al problema de Gibraltar.

Como suele ocurrir en estos casos el tema nos inspiró y empezamos a disertar sobre la problemática. Yo también coincidía con él en que no se podía consentir la situación.

Sin embargo, la discusión comenzó cuando salió el tema de la nacionalidad. Lo que a él más le indignaba era que Gibraltar fuera británico y no español. Lo que a mí más me indignaba, en cambio, era la situación de algunos paraísos fiscales como Gibraltar en pleno siglo XXI que permiten la evasión de impuestos y el fraude en los otros países y que en Gibraltar siempre actuaran con la política de hechos consumados, pero lo de que no fueran españoles no me preocupaba.

Como mi compañero es lector de historia y yo veía que para defender su postura me iba a contar lo ocurrido en 1704, le ahorré el tiempo diciéndole que ya conocía la historia y que en el fondo a mí eso me daba un poco igual, que en realidad no es que defienda que sean británicos, que me da igual si son españoles o finlandeses… que a mí esas cosas me dan un poco igual y que en el fondo a mí lo de las banderas me da un poco igual también.

Una vez más cometí el error de mencionar lo de que no creo en las banderas. Y pasó lo de siempre.

Cada vez que digo esto, lo primero que ocurre es que me tachan de antipatriota. Entonces siempre tengo que explicar que no me considero antipatriota. Que si amar un país es amar tu tierra, su gente, tu entorno, tu idioma, tu cultura… Amo mi país como el que más (aunque también haya cosas que deteste y contra las que luche de lo que consideran nuestra cultura) y soy entonces un gran patriota. Pero explico que creo que se puede amar algo sin sentir un orgullo diferenciador, que creo que se puede amar una tierra sin poner fronteras, que creo que se puede amar una cultura sin pensar que es la mejor, que creo que se puede amar donde naciste o donde vives sin amar ninguna bandera. Y aquí es cuando explico que no creo mucho en esto de las naciones, que soy antinacionalista o internacionalista o dicho de otro modo que creo que algún día evolucionaremos y nos daremos cuenta de que esto de las naciones es un invento antiguo de los que se hicieron dueños de los territorios y querían ser también dueños de sus habitantes y que la única nación natural es la humanidad y que eso es compatible con que cada uno ame a su país.

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martes, 13 de agosto de 2013

El misterioso caso de la escasez de camisetas

Fue Malthus, en 1798, quien plateó por primera vez la preocupación por la escasez de los recursos de forma sistemática. A lo largo de la historia se han producido muchas rachas de escasez, tanto de alimentos, como de materias primas que han supuesto plagas, hambrunas o desabastecimiento de la población.

La clave para prevenir futuros desabastecimientos es la correcta planificación de la producción y el consumo. Por eso hay que estar muy atento a los indicadores y señales que evidencien que un recurso determinado puede empezar a agotarse.

Como no me fío mucho de la panda de gobernantes que rigen el mundo en nuestros días, yo practico una vigilancia activa de cualquiera de estas evidencias y para mi pesar descubrí que había síntomas inconfundibles de escasez de un producto. Camisetas. O eso pensaba yo.

Solo así se explicaba que cada vez haya más gente que se haga fotos de perfil en el espejo sin camiseta. Se trataba sin duda de los primeros síntomas de un desabastecimiento de camisetas.

Aunque los síntomas eran evidentes, no quise precipitarme en mis conclusiones e intenté razonar y buscar alguna otra explicación a la tendencia, cada vez en aumento, de mostrar los abdominales en fotografías de perfil.

Finalmente, tras mucho deliberar, encontré otra explicación posible a dicha tendencia, sin embargo, no tengo claro si dicha hipótesis tiene base por lo que paso a intentar explicarla de forma clara y cronológica para someterla a vuestro juicio, aun a riesgo de que este artículo pueda resultar largo y tedioso…

Lo primero en que me fijé es en si esto sólo se produce en fotos de perfil… Y llegué a la conclusión de que no. Se produce por todos los lados. En televisión se aprovecha cualquier ocasión para salir sin camiseta, en las películas es rara la ocasión en que no hay desnudos, en publicidad la gente sale en lencería para comerse un yogur…

Yo esto no lo entendía muy bien. No me malinterpretéis, que no tengo nada en contra de la piel humana (al revés me cuesta entender los tabúes que tienen algunas personas con la desnudez, pero eso es tema para otra entrada). Los que me conocen y han convivido o coincidido conmigo saben que suelo andar en verano en calzoncillos sin importarme quien esté o que suelo ser bastante despreocupado con la desnudez. Pero lo hago en plan natural, por comodidad o temperatura. No se me ocurre quitarme la camiseta para una foto de perfil o bajarme los pantalones para comerme un yogur.

El asunto era más complejo de lo que yo me pensaba, así que analicé las películas, anuncios o series de hace décadas para ver si antiguamente ocurría lo mismo.

Descubrí que no era así, que antes en los anuncios la gente salía vestida. Que en las películas de antes los galanes salían con traje en vez de con boxer, y que la gente que admiraba a las actrices tenía fotos de ellas con vestido en vez de con tanga.

Mi investigación evidenciaba que algo había pasado de un tiempo a esta parte, pero no encontraba la explicación. Estaba a punto de abandonar cuando me di cuenta de algo que me llamó la atención.

Querida Marilyn: Puede que hoy no la contratasen
para anunciar yogures, pero yo la veo estupenda.
Me fijé en la complexión de los actores y las actrices de antes. Eran complexiones normales. Quiero decir, que los hombres tenían aspecto normal y las mujeres también, con sus curvas y todo lo que nos diferencia…

Las complexiones de ahora, en cambio eran distintas. Las de los hombres mostraban una mayor musculación… y las de las mujeres una mayor delgadez y ausencia de curvas en comparación a las de antes…

Evidentemente lo primero que pensé, basándome en la teoría darwiniana, es que se había producido una mutación genética en la especie humana. Aparentemente era la única explicación, pero lo descarté basándome en que no habían pasado los siglos suficientes… Algo no encajaba…

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Kimi, ¡Mándame un whatsapp!

La que voy a liar porque me he acordado de Kimi…

Bueno, voy a meterme en un tema espinoso, pero ya os avisé que en este magacín no voy a andarme con rodeos en cuanto a opiniones con ciertos temas.

Estoy complemamente de acuerdo con las palabras de
nuestra ministra, al que no le gusten las corridas de
toros que no vaya.
Según he ido avanzando en la vida, me he ido haciendo cada vez más intransigente con el maltrato animal y activista (cibernético en su mayor parte aunque a veces por otros medios) en contra de ciertos comportamientos que no llego a comprender y que me parecen que demuestran la bajeza del ser humano. La tortura por diversión, el uso de animales y la crueldad para deshacerse de ellos cuando no se les quiere seguir usando (lo de los galgos en España es una abominación), los campos de concentración en condiciones lamentables para su explotación, cárnica o de pieles, la experimentación animal (alguno pensará que es para salvar vidas pero existen otros medios para experimentar que no requerirían tortura, eso sí, quizás más caros), etc…

Sin embargo, a pesar se colaborar cada vez más con ciertos grupos, sigo siendo omnívoro.

Digo sin embargo, y digo bien, pues la mayoría de la gente con la que comparto ciertas actividades en este sentido es vegetariana pues considera el ser carnívoro un crimen.

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lunes, 12 de agosto de 2013

Y esto... ¿Por qué?

Bueno pues no sabría decir muy bien el por qué…

Definitivamente, este Urbanita no era un hombre
del renacimiento...
Había una vez un urbanita insomne al que le gustaba escribir de vez en cuando. Bueno le gustaba escribir y muchas otras cosas… Era lo que se dice un culo inquieto, vamos, que no había arte que no probara o ciencia en la que no le gustara profundizar… ¿Una especie de hombre del renacimiento? Pues más bien no, porque a diferencia de los grandes maestros, éste sólo compartía con ellos la curiosidad, pero la genialidad, en cambio, no hacía acto de presencia. Sin embargo esto no le importaba mucho pues él seguía moviéndose más por la curiosidad que por la transcendencia de sus actos. Bueno, que me voy del tema…

Como decía, le gustaba escribir de vez en cuando. Alguna vez se preguntó por el motivo de esta afición y tampoco lo tenía muy claro. Nunca le había motivado lo de hacer un diario o algo así, lo cual podría indicar que lo que tenía era una necesidad de ser leído. Sin embargo cuando compartía sus escritos con alguien, eso tampoco parecía que fuera lo que realmente le motivara… No disfrutaba por ser leído, ni por que lo hiciera mucha gente o ninguna, disfrutaba escribiendo, pero disfrutaba haciéndolo pensando en quien lo fuera a leer, fuera conocido o no, aunque como digo luego no le importara si alguien realmente lo leía. Otra cosa que también le aportaba mucho era escuchar las opiniones que sus amigos, conocidos o desconocidos le pudieran dar, pues otra afición que tenía el culo inquieto éste era la de conversar, pero no del tiempo o de las hijas del rey, que le aburría bastante, sino de temas que le hicieran pensar y profundizar en sus razonamientos.

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